Canova, Antonio (1757-1822) BURLA- IRONÍA

Cuando en 1816 Canova fue comisionado por el Papa para rescatar en Francia las joyas artísticas que Napoleón se había llevado de Italia, no obtuvo muy lisonjera acogida, porque por encima del artista, los franceses veían al comisionado que pretendía llevarse cuadro y esculturas, ya consideradas en Francia como propias.

Sin embargo, sus gestiones no fueron infructuosas, y el embajador artístico del Papa rescató algunas obras importantes, cuyo embalaje presenció y dirigió el mismo con especial cuidado.

Los franceses se burlaron de él por este motivo, llamándolo  “El embalador”, aprovechando la relativa similitud fonética de “ambassedeur” (embajador) y “embelleur” (embalador).

Bernhardt, Sarah (18844-1924) FARSA- ACTUACIÓN- ESCAPE- EVASIÓN

Cuando Sarah tenía más de setenta años y una pierna de menos, fue objeto, en Londres, de un homenaje maravilloso, que consistió en un desfile inmenso de personas que le fueron presentadas una a una. Cuando había saludado ya a unas quinientas, preguntó:

-¿Cuántas faltan?

-Más o menos un número igual- le respondieron.

-Está bien.

Y al poco tiempo cayó desmayada. En cuanto la sacaron del gentío abrió los ojos tranquilamente y sonrió con malicia. De algo le habría servido el haberse desvanecido y hasta haberse muerto tantas veces en la escena. Nadie notó que había sido una farsa para librarse de la enojosa recepción.

Bernhardt, Sarah (18844-1924) EDAD- VANIDAD- PRESUNCIÓN

Corría el año de 1909. La actriz representaba en ese entonces a Juana de Arco, la joven doncella de Nueva Orleans, tenía sesenta y cinco años e iba a ser bisabuela. Cuando, en la escena, compadecía delante del tribunal: al preguntársele su edad, contestaba: “Diecinueve años”, con frecuencia, esta respuesta era coronada con una salva de aplausos, cálido homenaje de admiración que le tributaba el público, emocionado por aquel magnifico espíritu de aquella excelsa artista.

Bernhardt, Sarah (18844-1924) CONSEJO

Se cuenta que cierto día una joven actriz le pidió un consejo, por lo que ésta le dijo:

-¡Muerde! ¡Muerde!

La joven no comprendía y Sarah se lo explicó así:

-Que muerdas a grandes bocados y sin miedo todos los frutos de la vida. Pero hazla cuando todavía están en el árbol. No esperes a que los haya cogido alguien y ya estén en su cesto.

Bernhardt, Sarah (18844-1924) ORGULLO- VANIDAD- SUPERIORIDAD

Un joven periodista, cuyo nombre no se cita, tuvo que pasar por la prueba de hacer, o de intentar hacer, una entrevista a Sarah Bernhardt. El director de diario le advirtió:

-Será inútil que solicite la entrevista. Se niega siempre.

El muchacho no solicitó nada. Se situó en el pasillo del teatro dispuesto a acometer a la actriz. Y, allí estuvo esperando la ocasión, que al final se presentó. Sarah se acercaba … sola. El periodista se armó de todo valor, y le preguntó:

-¿Es la señora Sarah Bernhardt a quien tengo el honor de hablar?

La señora Sarah Bernhardt se limitó a darle un sonoro bofetón. Al sonido del mimo acudieron muchísimas personas, y la actriz ordenó que echaran de ahí aquel hombre.  Hubo después quejas y explicaciones y Sarah Bernhardt justificó así su conducta:

-En Francia, un hombre que ha de preguntarme si soy Sarah Bernhardt no merece ser periodista.

Bernhardt, Sarah (18844-1924) PRESIDENTE- GIRO- POLÍTICA- TRANSITORIEDAD

En una ocasión,  recorría en una gira artística algunas repúblicas americanas. Estando en una de las más pequeñas (de la cual no se cita el nombre), antes de la representación entraron en el camerino unos caballeros a saludarla. Uno de ellos, un hombre ya en la madurez, muy portado, tomó la palabra y en tono discursivo empezó:

-Yo, como soy el presidente de la República.

Empezó su perorata. Finalizada la función, el éxito fue como siempre extraordinario. Después de la misma, otro grupo de caballero entró a saludarla y felicitarla. Uno de ellos, un tipo fuerte, de edad mediana, vestido de uniforme, medio no, tomó la palabra.

-Yo, como presidente de la República.

Sin demora, Sarah lo interrumpió:

-Perdón, ¿es que en esta República hay dos presidente?

Y uno de los caballeros que acompañaban al presidente le dio esta explicación:

-No, señora, presidente solo hay uno, y es el que ha tenido el honor de empezar a dirigirle la palabra. Pero es que en esta noche hemos tenido una revolución, cuatro tiritos no más; un presidente ha sido derrocado y hemos puesto a otro.

Y, dirigiéndose al nuevo presidente, dijo:

-Cuando su Excelencia guste.

Y el presidente, el único presidente, continuó su discurso.

Bernhardt, Sarah (18844-1924) TEMPERAMENTO- DECLAMACIÓN- HUMOR- BURLA- ENGAÑO

En cierta ocasión viajó a Rusia y ofreció algunas representaciones en francés, con mucho éxito. En San Petersburgo, la agasajaron con una cena de gala. Después de cenar le pidieron que recitara algo. Y recitó. Aunque nadie le entendió, les emocionó a todos por el tono de la voz, por las inflexiones y la expresión del rostro.

Un periodista le pidió el texto original de la poesía recitada, para traducirla y publicar la traducción. La actriz le dijo que era algo totalmente imposible.

-¿Por qué?- le preguntó asombrado el periodista.

-Es que, aunque nadie se haya dado cuenta, he recitado la tabla de multiplicar.

Y añadió:

-Por el siete, que es mi número favorito.

Bernhardt, Sarah (18844-1924) SUPERIORIDAD- ELITISMO

Para ir al conservatorio la acompañaba una institutriz. La madre de Sarah les daba dinero para hacer el trayecto en ómnibus, que era el transporte público de entonces. Sarah se quedaba con el dinero e iba caminando. Así cada cinco días tenía dinero suficiente para alquilar un coche. Sarah, cuando la madre lo supo, le dio esta razón:

-Yo no soy como todo el mundo, y por lo mismo, no puedo viajar como viaja todo el mundo.

Beethoven, Ludwing van (1770-1827) ENTIERRO- POPULARIDAD

El entierro de Beethoven fue una de las manifestaciones de duelo más multitudinarias que se han  visto jamás. Un forastero preguntó a una anciana que estaba mirando pasar la comitiva fúnebre:

-¿Qué es esto? ¿Qué ocurre?

-Seguro que ustedes vienen de muy lejos, pues no saben quién ha muerto. ¡Ha muerto Beethoven!

Y a la ancianita, sin poderse contener, se echó a llorar.

Beethoven, Ludwing van (1770-1827) ÉXITO- ORACIÓN

Cuando estrenó la primera sinfonía estaba ya totalmente sordo. Fue recibida con una calurosa ovación, pero Beethoven no se volvió a saludar. Es que no oía nada y no sabía cómo lo estaban aplaudiendo. Hasta que uno de los músicos lo invitó a volver el rostro hacia el público. Entonces los “vio” aplaudir frenéticamente. Y tuvieron que sostenerle para que no se derrumbara, casi desvanecido.