Van Gogh era un hombre difícil, con extrañas reacciones. Muy enamoradizo, pero nada seductor. Las mujeres no le amaban. Estuvo enamorado de una prima suya, que lo despreció. El joven pintor intentó hablar con ella algunas veces y nunca lo consiguió. Fue a buscarla a su casa y ella no lo quiso recibir. Había ahí una lámpara de petróleo, y Van Gogh le rogó a la madre de la muchacha que le dejara ver a la hija, aunque sólo fuese el tiempo que él aguantaría el dedo en la llama. Ya se iba a quemar el dedo, cuando la mujer llegó a tiempo de apagar la lámpara. Entonces, el pintor salió de la casa gritando:
-Dios mío ¿Por qué me has abandonado?