Cleopatra le ofreció a Marco Antonio una comida de diez millones de Sestercios. Era en extremo difícil gastar tanto dinero en una sola comida, por lo que Marco Antonio apostó a que no era posible. Cleopatra aceptó la apuesta y nombraron a un tal Planco como juez de la apuesta.
La comida que Cleopatra ofreció a Marco Antonio era más o menos como todas. Cleopatra llevaba dos gruesas perlas colgadas al cuello. Y le preguntó a Planco:
-¿Cuánto pueden valer estas perlas?
-Por lo menos cinco millones de sestercios cada una.
Cleopatra se descolgó la perla, la dejó caer en una copa y llenó la copa de vinagre. Un rato después, la perla se había disuelto en el vinagre. Cleopatra se lo bebió. Cuando se iba a disolver la otra perla. Planco la detuvo, diciéndole:
-No hace falta. Has ganado.
Y Marco Antonio lo reconoció también. La otra perla fue ofrecida a la diosa Venus y quedó colgada del cuello de la estatua de la diosa que estaba en el Panteón (templo consagrado a los dioses romanos).