Iba embarcado una vez, desde luego con su perro. Y apenas el barco salía del puerto, el perro saltó al agua. Byron se dirigió a gritos al capitán:
-¡Pare el barco! ¡Salve a mi perro!
El capitán dijo que no podía parar el barco por un perro, que no era costumbre. Que si se trataba de una persona, sí, pero de un perro…
-¿Pero por un hombre sí?
Y Byron se echó al agua. Fue en busca del perro y el barco se detuvo a rescatarlos a los dos.