Robespierre, Maximiliano (1758-1794) REVOLUCIONARIO- RADICALISMO

Robespierre, hijo de un abogado, estaba considerado el muchacho más inteligente de su clase. Cuando la coronación de Luis XVI, fue seleccionado por sus profesores para ofrecer un discurso en honor al rey, que años más tarde condenaría a la guillotina.

Después en plena revolución, Mirabeau decía de Robespierre:

-Toda la fuerza de este hombre radica en su sinceridad. Es una de las pocas personas que creen de buena fe en todo lo que dicen

Pirandello, Luigi (1867-1936) HUMOR – DISCURSO

Pirandello casi nunca hablaba en público, y además no lo hacía muy bien. En 1934, en la redacción de París-Soir, dieron una recepción en su honor, por lo que se vio obligado a dirigir algunas palabras a los concurrentes, que por cierto fueron muy originales:

-Les ruego que me perdonen, pues lo cierto es que he dedicado tanto tiempo a escribir, que no me ha sobrado ni un minuto para aprender a hablar. Muchas gracias.

Twain, Mark (1833-1910) DISCURSO- IRONÍA

En cierta ocasión tenía que hablar en público después de una comida. Y comenzó su intervención con una pregunta:

-Dígame: ¿Han comido bien y a gusto?

Todos, formando un gran coro, le dijeron que sí.

-Ahora me siento más tranquilo, pues estoy convencido que después de haber comido bie y a gusto, se aplauden a mayores tonterías.

Hizo una pausa ante el estupor de todos y prosiguió:

-Y como las mayores tonterías las he dicho ya en mis libros, que por supuestamente ustedes ya han leído, no hace falta que las repita.

Luego de lo cual, y dando por terminado su breve discurso, se sentó con el aplauso general.

Luis XV (1710-1774) PERDÓN- EJECUCIÓN- PATÍBULO.

Las últimas palabras de Luis XVI, ante el patíbulo, fueron las siguientes:

-¡Franceses! Muero inocente. Perdono a los culpables de mi muerte y ruego a Dios que mi sangre no caiga sobre Francia.

Cuando intentó añadir algo más, el verdugo lo interrumpió:

-¡Silencio! No está usted aquí para ofrecer un discurso, si no para morir.

Tras lo cual, ordenó que tocaran fuerte los tambores, y entre redobles fue guillotinado, en la Plaza de la Concorde, que entonces se llamaba Plaza de la Constitución.

Grant, Ulises S. (1822-1885) LACONISMO- DISCURSO

Era un hombre de pocas palabras. Nunca había pronunciado un discurso. Enterado de la enfermedad del general Burnside, un compañero de armas, acudió al pueblecito donde residía el general, ya retirado. Le recibieron con todos los honores, le acompañaron hasta la casa del enfermo y mucha gente se reunió en la calle esperando que el presidente los saludara desde el balcón. Éste vio comprometido a salir al balcón y saludar a todos. Pero enseguida se hizo un gran silencio y todos esperaban que él les dirigiera unas palabras. Alguien dijo al presidente:

-Esperan que les hable.

-No, no; hablar no.

La gente persistía en el prolongado silencio y no hubo otro remedio que decirles algo; por lo que Grant repitió lo mismo que había dicho al negarse, pero más brevemente. Levantó las dos manos y dijo lacónicamente.

-Hablar, no.

Bajó las manos y desapareció. Y, al parecer, fue ovacionado.

Eduardo VII (1841-1910) DISCUSO- SINCERIDAD- ESPONTANEIDAD

Cuando su coronación como rey de Inglaterra, uno de los ministros le escribió el discurso que debía pronunciar. Eduardo VII, lo leyó y le dijo:

-Me parece a la vez, muy bien y muy mal.

Y no quiso dar ninguna explicación de sus palabras. El día de la coronación pronunció un discurso totalmente distinto al que le había escrito el ministro. Lo hizo de memoria, sin leerlo, y tuvo extraordinario éxito. Poco después, le aclaró al ministro el comentario que había hecho al día anterior, con estas palabras:

-El discurso que usted redacto me parece excelente como pieza literaria escrita por un ministro; pero a la vez muy frío para pronunciarlo yo, pues todo el mundo sabe que ésta no es mi forma de hablar ni de sentir.

Y como viera que el ministro asentía con la cabeza guardando un silencio afirmativo, prosiguió:

-Usted, señor, puede tratar de sustituir mi mente, pero no mi corazón.

Bonaparte, Napoleón ( 1769-1821) ARENGA

Hay dos textos anecdóticos (y, por lo mismo, discutibles) que corroboran nuestro concepto de la guerra como manifestación humana. Uno es una arenga de Napoleón  a sus tropas antes de emprender la campaña a Italia:

“Soldados: están mal vestidos, mal alimentados, y el Gobierno que les debe todo, nada puede hacer por ustedes. Yo les conduciré al paraíso terrenal, en el que hay llanuras fértiles, grandes ciudades, magníficas provincias, donde les espera, honor, gloria y riqueza”

Pudo haber añadido: “Y donde todo les pertenecerá con derecho indiscutible , si se apoderan de ello a mano armada”.

Bernhardt, Sarah (18844-1924) PRESIDENTE- GIRO- POLÍTICA- TRANSITORIEDAD

En una ocasión,  recorría en una gira artística algunas repúblicas americanas. Estando en una de las más pequeñas (de la cual no se cita el nombre), antes de la representación entraron en el camerino unos caballeros a saludarla. Uno de ellos, un hombre ya en la madurez, muy portado, tomó la palabra y en tono discursivo empezó:

-Yo, como soy el presidente de la República.

Empezó su perorata. Finalizada la función, el éxito fue como siempre extraordinario. Después de la misma, otro grupo de caballero entró a saludarla y felicitarla. Uno de ellos, un tipo fuerte, de edad mediana, vestido de uniforme, medio no, tomó la palabra.

-Yo, como presidente de la República.

Sin demora, Sarah lo interrumpió:

-Perdón, ¿es que en esta República hay dos presidente?

Y uno de los caballeros que acompañaban al presidente le dio esta explicación:

-No, señora, presidente solo hay uno, y es el que ha tenido el honor de empezar a dirigirle la palabra. Pero es que en esta noche hemos tenido una revolución, cuatro tiritos no más; un presidente ha sido derrocado y hemos puesto a otro.

Y, dirigiéndose al nuevo presidente, dijo:

-Cuando su Excelencia guste.

Y el presidente, el único presidente, continuó su discurso.