Beethoven estuvo una vez en Weimar, donde Goethe tenía un cargo en la corte del duque. El músico visitó a Goethe más de una vez. Un día iban los dos en coche por la ciudad y casi todo el mundo los saludaba. Goethe, que no era nada humilde, le comentó a Beethoven:
-Sería curioso saber a quién de los dos saludan
-A mí no; aquí no me conoce nadie.
-Quién sabe, quién sabe…
Goethe trataba así de demostrarle a Beethoven, que todos los ahí presentes lo conocía, lo admiraban, y por lo tanto, lo saludaban. Era tanta su vanidad, que no pudo contenerse y llamó a un desconocido que les había saludado y le preguntó:
-¿Querría usted decirnos cuál de nosotros dos es el gran duque?
-Supongo que el otro señor, puesto que es usted quien pregunta- fue la apabullante respuesta.