Blasco Ibáñez tenía mucha facilidad de palabra y sus conferencias y discursos eran recibidos con entusiasmo. Dio una serie de conferencia en tierras de América. Después, de una de ellas, le pareció ver en el público un rostro conocido y le gritó:
-¡Hombre! Pero… ¿Qué no te maté?
-Pues parece que no, gracias a Dios.
El caso es que Blasco Ibáñez había estado años atrás en Patagonia, donde tenía ciertos negocios, y aquel hombre trabajaba bajo sus órdenes. Un día discutieron violentamente y el otro sacó una pistola pero Blasco Ibáñez se le anticipó, disparó primero y lo había dejado creyéndolo muerto. Sin embargo, pronto se recuperó, y… ahí estaba dispuesto a estrechar la mano y darle un abrazo a su antiguo enemigo.