Ibsen tuvo un gran defensor de los derechos de la mujer y, al mismo tiempo, de los derechos del hombre de obtener una mayor independencia. No permitía que nadie le sirviera. Todo el trabajo de servicio de su casa se lo hacía él.
-La única forma de ser un hombre libre e independiente- decía- es no depender de nadie. Por eso, todo lo mío me lo hago yo, y hasta mucho mejor que si lo hiciere otro.
Tras lo cual, y sin importarle las críticas a la que se le sometían sus amigos, continuaba con su modo de vida.