María Antonieta recibió una medalla que poseía en una de las cara más preciosa de la Virgen María y, en otra la bella efigie de la reina. La medalla no tenía inscripción, por lo que la soberana señaló esta particularidad:
-Es extraño, pero no tiene ninguna inscripción.
-En realidad no hace falta, Majestad, le dijo el duque de Nivernos-; la inscripción brotará de los labios de quien la contemple. Cuando vean la figura de la Virgen, dirán “Ave María”, y cuando admiren la suya exclamarán “Gratia plena”.