Después de sus famosos descubrimientos y de varios años de persecuciones por el monarca anterior, el nuevo rey, Juan III, designó a Vasco de Gama como sustituto de Meneses, y el célebre navegante emprendió el que había de ser su último viaje transoceánico.
Sorprendida la expedición por un temporal, el pánico se apoderó de la tripulación, a la que clamó gritándoles con estruendosa voz:
-¡no se asusten, portugueses! ¡Es el mar que tiembla ante nosotros!
Semejante afirmación tuvo la virtud de devolver la tranquilidad a todos, quienes arribaron felizmente a su destino.