Mozart, Wolfgang Amadeus (1756-1791) MISTERIO- PREMONICIÓN

El mismo año en que murió, un desconocido le encargó una misa de réquiem. La terminó el día antes de morir y aseguraba que aquella se tocaría en sus funerales. Mozart nunca supo quién era el desconocido, y estaba convencido que se trataba de un enviado del otro mundo que, con aquel encargo, le había anunciado su próximo fin. Nadie fue a recoger la misa jamás, por lo que ese hecho ha quedado como un gran misterio en la vida del músico.

Calderón de la barca, Pedro (1600-1681) RELIGIÓN- TARDANZA

Iba don Pedro todos los días, cuando sus achaques se lo permitían, a decir misa en la iglesia de San Salvador. Don Pedro llegaba casi siempre tarde, y el sacristán, que era hombre carácter más atrevido y devoto, solía reñirle, y refunfuñaba tanto que el poeta varias veces a punto de enviarlo a paseo.

Cierto día, en que como de costumbre, llegó tarde, le dijo el sacristán que los fieles esperaban hacía rato, y que tanto abuso no debía soportarse.

Don Pedro no contestó palabra y empezó a revestirse. Al ponerse el alba, que estaba muy usada, se hizo un rasgón en ella, y entonces, volviéndose al sacristán le dijo:

-¡Hombre, me dices que llego tarde, y vengo… a romper el alba!

Pascal, Blas (1623-1662) MODESTIA

Pascal, al mencionar algo al respecto de sus obras, decía:

-Nuestro libro tal.Nuestro libro más cual…

En vez de decir “mí” decía “nuestro”. Alguien le preguntó por qué se refería a su obra de esta manera y respondió:

-Nadie es capaz de escribir un libro sin aprovechar la base de lo que otras han escrito antes. El que habla de “mis” libros olvida esto. Debería de decir siempre “nuestros” libros.

Calderón de la barca, Pedro (1600-1681) RELIGIÓN- TARDANZA

Iba don Pedro todos los días, cuando sus achaques se lo permitían, a decir misa en la iglesia de San Salvador. Don Pedro llegaba casi siempre tarde, y el sacristán, que era hombre carácter más atrevido y devoto, solía reñirle, y refunfuñaba tanto que el poeta varias veces a punto de enviarlo a paseo.

Cierto día, en que como de costumbre, llegó tarde, le dijo el sacristán que los fieles esperaban hacía rato, y que tanto abuso no debía soportarse.

Don Pedro no contestó palabra y empezó a revestirse. Al ponerse el alba, que estaba muy usada, se hizo un rasgón en ella, y entonces, volviéndose al sacristán le dijo:

-¡Hombre, me dices que llego tarde, y vengo… ¡A romper el alba!