Estaba Dante en una iglesia, cubierta la cabeza por su caperuza, como era de costumbre entonces, y el momento de la elevación no se descubrió, por lo que fue acusado de impiedad ante el obispo. El obispo lo llamó y el poeta le dio esta explicación.
-Señor, tenía en aquel momento el alma tan entregada a Dios, que si me daba cuenta de lo que hacía mi cuerpo. No la tendrían así mis acusadores, puesto que se dieron cuenta de lo que yo hacía.
Tras lo cual el obispo denegó la acusación.