Cuando era príncipe de Gales jugaba al tenis en Eden Roc. Uno de los muchachitos que se encargaba de recoger las pelotas, después de prestarle el servicio, le preguntó sin darle tratamiento alguno:
-¿Desea algo más el señor?
Era un niño simpático, afectuoso y con mucha gracia natural. El príncipe trabó conversación con él. El chiquillo le platicó que trabajaba ahí por que en su casa eran muy pobres; su padre estaba sin empleo y así él ayudaba con su trabajo al gasto de la casa.
-¿Cuántos hermanos son?
-Siete, y yo soy el mayor ¡Qué le parece!
Y, de pronto, el muchachito exclamó:
-¡Ah, si un día me encontrara un rey o un príncipe, sería una gran dicha para mi familia!
-¿Por qué? Preguntó el príncipe que se sentía atraído por la expresividad del chiquillo.
-Pues por que podría pedirle trabajo para mi padre. El sindicato no se lo da, pero estoy seguro que un príncipe se lo daría.
Al príncipe le sorprendió que el muchacho le hablara con aquella naturalidad y continuó preguntando.
-¿Has conversado alguna vez con algún príncipe?
-nunca señor
todos en aquel lugar conocían al príncipe, por lo que éste sospechó que el chiquillo estaba representando una comedia.
-¿Seguro que no has conocido a ningún príncipe?- insistió.
-Seguro que no, le doy mi palabra, Alteza- dijo al tiempo de taparse la boca con la expresión asustada.
Toso lo hizo con tal gracia natural que el príncipe se ocupó del caso, se informó bien, supo que el niño le había dicho la verdad y consiguió el anhelado empleo para el padre.