Quevedo, Francisco de (1580-1645) LECTOR – BURLA

Entre los lectores, había uno tan importuno que le escribía cartas, para colmo, poco interesantes, demasiado seguidos, el poeta, tratando de ponerle punto final a aquella correspondencia, le envió una misiva, sería la última, en la que expresaba lo siguiente:

“Señor mío: Acabo de morir. Y, dadas las circunstancias, no podré permitirme el lujo de contestaros más”.

El insistente e inoportuno lector le contestó con otra carta, en cuya dirección ponía.

“A don Francisco de Quevedo, en el otro mundo”.

Pío IX (1792-1878) HUMOR

En la corte de Pío IX había un cardenal censor muy extremista. Un poeta italiano, tras luchar con él por un largo tiempo, se dio por vencido, a causa de que el cardenal le negó el exequatur a la palabra angélica aplicada a una mujer.

-Para pintar la hermosura de una mujer hay muchos y diferentes calificativos. Por ejemplo, puede usted decir fulanita o menganita es armónica, y no se meta usted con los ángeles.

El poeta, para poner fin al debate, aceptó lo de armónica. Aquello se divulgó por el Vaticano- y fuera de él- y llegó a oídos de Pío IX. Salía diariamente a pasear en coche Su Santidad acompañado siempre de un cardenal; y una de esas tardes le correspondió esta honra al censor. Preguntó el cochero al Sumo Pontífice la dirección que debía de tomar, y Su Santidad, con firme y alta voz, le contestó:

-A la Puerta Armónica.

El cochero le respondió que no sabía cual era esa puerta.

-A la Puerta Armónica- repitió el obstinado Papa.

Y luego, sin inmutarse, añadió:

-Antes decíamos a la puerta Angélica, pero monseñor no quiere que digamos angélica, sino armónica.

Cocteau, Jean (1889- 1963) FAMA- PREFERENCIA

Cocteau ofrecía a veces recitales de sus poemas, y tenía la costumbre, al terminar, de pedir perdón:

-Perdonen, se los ruego, que esté vivo todavía.

Y cuando le preguntaban por qué decía esto, daba la siguiente explicación,

-Porque el público ha preferido siempre a los poetas muertos.  Y considero que mi presencia aquí tiene para los que me escuchan, en este sentido algo de decepción.

Augusto (César Octavio) (63-14 aJC) LECCIÓN- ENSEÑANZA

Un poeta griego, cuyo nombre no se registra la anécdota, todas las veces que en las tardes se cruzaba con Augusto, lo detenía y le leía versos. Augusto lo escuchaba complacido y lo elogiaba. Pero no pasaba de aquí y nunca le hacía un buen regalo. Hasta que un día le obsequió algunas tabillas para que en ellas siguiera escribiendo versos. Y el poeta echó mano a su bolsa, extrajo algún dinero y se lo dio a Augusto.

-No es mucho si tenemos en cuento todo lo que usted se merece. Cuando tenga más le daré más.

Augusto, sin enfadarse, asimiló la lección y le hizo dar una buena cantidad.