Asistían el famoso escritor Honorato de Balzac y Rossini al estreno de una obra de Víctor Hugo en París. El teatro estaba lleno, pero por casualidad los dos famosos hombres, que no se conocía, se sentaron uno cerca del otro. Un amigo se acercó a Balzac y le dijo:
-Ve el señor grueso que está sentado ahí, es Rossini, el músico.
Balzac se incorporó acudió hacia donde estaba el música con la mano extendida:
-Maestro Rossini, soy Honorato de Blazac.
Tras un rato de conversación, sintieron gran afinidad, facto que los hizo profundizar en una interesante conversación. En un punto de la misma, se levantaron y encaminaron hacía un sitio donde se podía observar la platea repleta de gente. Entonces, Rossini señalando al público, expresó:
-Sobre este montón de fango echamos nuestras perlas y nuestros diamantes.
Balzac, luego de aquella frase, comentaba con unos amigos que evidentemente era difícil que los dos hombres sostuvieran una conversación sincera, donde uno y otro no trataran de deslumbrarse con asombrosas frases.