La madre de Sarmiento había suplicado al tirano Rosas el retorno a su pueblo natal del hijo que se hallaba exiliado en Chile. Pero el joven, en cuanto volvió a su patria y se percató de que la tiranía era cada vez más cruel, comenzó a luchar con nuevo ímpetu. Y otra vez tuvo que pasar la frontera, desterrado, por orden del tirano.
Cuando iba a traspasar el límite de su querida tierra, escribipó en la puerta de un rancho en el que se veía el escudo argentino: On ne tue pas les idées (las ideas no mueren).
Dos arrieros que contemplaban asombrados lo que para ello era un extraño jeroglífico, le advirtieron en son de burla que en cuanto lloviera se borraría lo que había escrito, a lo que Sarmiento respondió:
-Lo que yo he escrito no se borrará jamás.