Adelina Patti llegó a ser tan famosa que, en cualquier parte del mundo a donde se encontrara, era acogida como una soberana. En España, la reina Isabel la invitó a su palco, y se dirigió a ella tratándola de “querida conciudadana”, el duque de Alba le ofreció una corona, y la Condesa de Montijo, madre emperatriz de los franceses, le envió un ramo de flores exóticas.
Como es de suponer, la Patti tenía una alta valoración de su persona. Un día que su coche tuvo que detenerse para dejar paso al de la reina, la cantante le dijo al cochero:
-Sigue adelante, pues yo también soy una reina.