En cierta ocasión Rita Hayworth visitó una leprosería, terminada la vista, dijo a la monja que la había acompañado:
-Es admirable la labor que hacen ustedes. Yo no sería capaz de hacer esto ni por un millón de dólares.
Y la monjita, dulcemente, le contestó:
-Nosotras tampoco.
Einstein no tenía tiempo para recibir a todos los que deseaban verlo. Tomó una secretaria, con el sólo fin de atender a las visitas y decirle que él no podía hacerlo. En atención a los visitantes, eligió a una muchacha joven y bonita. Le encargó que les preguntara a todos el objeto de su visita. La mayoría decían lo mismo, que deseban ver a Einstein para que les explicara claramente el significado de la teoría de la relatividad. Entonces la secretaria le propuso lo siguiente:
-Usted me lo explica a mi y así yo podré explicarlo a ellos.
-Me parece una excelente idea. Para que mejor la entienda puede darle un ejemplo práctico. Veamos, un hombre que pasa una hora en compañía de una muchacha bonita, como usted por ejemplo, esta hora le parece un minuto. Y otro hombre que pasa un minuto sentado en un bracero encendido, ese minuto le parece una hora. Esto es relatividad
Diógenes cayó en poder de unos piratas y lo vendieron como esclavo. El pirata que le puso en venta, le preguntó:
-¿Y tú qué sabes hacer?
-Una sola cosa: mandar y dirigir a los demás.
Anecdotario del Profr. Colorado 