En una ocasión, recorría en una gira artística algunas repúblicas americanas. Estando en una de las más pequeñas (de la cual no se cita el nombre), antes de la representación entraron en el camerino unos caballeros a saludarla. Uno de ellos, un hombre ya en la madurez, muy portado, tomó la palabra y en tono discursivo empezó:
-Yo, como soy el presidente de la República.
Empezó su perorata. Finalizada la función, el éxito fue como siempre extraordinario. Después de la misma, otro grupo de caballero entró a saludarla y felicitarla. Uno de ellos, un tipo fuerte, de edad mediana, vestido de uniforme, medio no, tomó la palabra.
-Yo, como presidente de la República.
Sin demora, Sarah lo interrumpió:
-Perdón, ¿es que en esta República hay dos presidente?
Y uno de los caballeros que acompañaban al presidente le dio esta explicación:
-No, señora, presidente solo hay uno, y es el que ha tenido el honor de empezar a dirigirle la palabra. Pero es que en esta noche hemos tenido una revolución, cuatro tiritos no más; un presidente ha sido derrocado y hemos puesto a otro.
Y, dirigiéndose al nuevo presidente, dijo:
-Cuando su Excelencia guste.
Y el presidente, el único presidente, continuó su discurso.