En una ocasión se presentó al general San Martín un oficial de su ejército y le pidió hablar con el ciudadano don José San Martín, y no con el general don José San Martín. El valiente caudillo de la independencia americana accedió a la singular entrevista que se le pedía, y el oficial, amparándose en la palabra de honor que previamente había solicitado de San Martín de mantener un total silencio sobre lo que iba a referirle, le expuso que era habilitado de un Cuerpo y había perdido en el juego el dinero de los pagos de aquel mes.
El general lo escuchó todo sin decir una palabra, y luego de varios minutos donde reinó un silencio absoluto, se dirigió hacia la gaveta y le entregó en onzas de oro la suma perdida, mientras le decía:
-Reintegre ese dinero a la caja de su Cuerpo, y guarde a su vez un secreto porque si alguna vez el general San Martín llega a saber que usted ha divulgado lo sucedido, en el acto lo mandará a fusilar.