Tenía fama de ser muy estricto con los músicos durante los ensayos y de no admitirles ni la más mínima distracción. Les pagaba tan poco que apenas si les alcanzaba para subsistir. Una tarde, antes del ensayo, se dirigió al barbero para afeitarse y cuando el hombre hubo terminado le dijo:
-Hasta dentro de un rato, señor.
-¿Dentro de un rato… por qué?
El barbero entró a un pequeño aposento y luego salió con un bigote postizo. Entonces Rossini le conoció: era uno de los clarinetes de la orquesta.
-¿Es usted barbero?
-Si señor, desde poco después de comenzar usted a venir aquí, y como no me alcanza el sueldo que usted me paga para mantener a mi familia, tengo que hacer este otro trabajo.