Según se cuenta, el novelista, además de ganar mucho dinero era muy avaro. Una vez un escritor muy pobre fue a visitarlo, le expuso su situación y le pidió ayuda económica. Blasco Ibáñez le dio un billete de mil pesetas. Después el muchacho le pidió una carta de recomendación y entonces Blasco Ibáñez le dijo:
-No tengo inconveniente pero, mil pesetas y la carta, no; o las mil pesetas, o la carta y sólo quinientas pesetas.
El joven, antes esta opción, escogió la segunda propuesta.