Jamás concedía entrevistas a os periodistas. Una vez en Londres, un joven periodista le solicitó una entrevista. Morgan le hizo llegar la acostumbrada negativa, pero el periodista insistió una y otra vez, hasta que Morgan le hizo llegar esta contestación.
-Cada minuto de la vida del Señor Morgan vale cien libras.
El periodista siguió insistiendo:
-Por favor, dígale al señor Morgan que mis minutos valen mucho más y, sin embargo, se los estoy dedicando.
Por su curiosidad ante tanta insistencia, el multimillonario le hizo pasar y sin ofrecerle asiento, le preguntó:
-Pues bien ¿qué desea de mí?
-Solo pagarle las doscientas libras por los dos minutos que le haré perder.
-bien, pero usted ha dicho que sus minutos valen más que los míos y quiero que me lo explique.
-Efectivamente, he apostado con mis compañeros de redacción quinientas libras a que usted me recibirá y que conversaríamos. Como es evidente, he ganado la apuesta- dijo tomándose tiempo y actuando con frialdad pasmosa-. Le pagó sus doscientas libras y yo me gano trescientos. ¿No es acaso mi tiempo más valioso que el suyo?