En su juventud, Brahms no encontraba editor para su música. Uno de los editores a los que visitó le dijo:
-Su música es demasiado triste, la gente prefiere cosas más alegres.
Brahms consiguió hacerlas, cuando terminó visitó al mismo editor:
-¿Qué? ¿Me trae cosas más alegres?
-Sí, esto, a ver qué le parece.
Y le enseñó las canciones, cuyo título general era Alegremente me encamino hacia la tumba.