En una ocasión, ya famoso, se hallaba viendo una función en el circo, espectáculo que le gustaba mucho, cuando uno de los payasos se le acercó y le dijo emocionado.
-Saludo a nuestro gran artista.
-También usted es una gran artista- rebatió.
Y se entabló en un diálogo entre el músico y el payaso que el público siguió con atención.
-No; yo soy un payaso y todo mi arte consiste en recibir patadas y hacer piruetas.
-también nosotros los músicos recibimos patadas, y no de un compañero, si no de los críticos y del público.
-Pero todo el mundo los conoce.
-Pero ustedes consiguen algo a veces tan difícil: que todo el mundo ría.
Y el payaso, entonces, le hizo una proposición.
-¿Cambiemos? Yo a la música y usted a la payasada.
El payaso llevaba un violín y empezó a tocar, por cierto bastante bien. Debussy se levantó, y puso de cara al público puso una expresión grotesca y con una voz atiplada gritó:
-¡Ua! ¡Ua! ¡Ua!
El público aplaudió frenéticamente: ¡El “cambio” fue todo un buen éxito!