Paseaba un día en compañía de un comerciante, y un esclavo que se cruzó con ellos en la calle lo saludo con gran cortesía, gesto que el presidente contestó con aire de bondad.
-¿Por qué- le preguntó el comerciante- se ocupa usted de saludar a un negro esclavo?
-Sentiría mucho- respondió Jefferson- que un esclavo superara a un presidente en urbanidad y cortesía.